Un momento, una mirada, un toque, una palabra... pueden convertirse en un milagro. Hoy lo comprobé. Recordé las semanas de sacrificio, pero todo el dolor se esfumó en un instante, cuando me sonrió. Todo mi mundo se redujo a ese lugar, el milagro de Dios para mi vida.
Lo considero un milagro, pues llegué a imaginar que un momento así era un sueño, algo imposible. Sin embargo, para el Señor no hay nada imposible, si colocamos nuestra fe en Él, si derramamos nuestra sangre sobre su altar Él jamás fallaría.