Así como actuamos la confianza con nuestras actitudes, también cuando hay desconfianza dentro de nosotros la actuamos, aunque no sea nuestra intención. Es el caso de Abraham y Sarah. Él, quien confiaba en la promesa de Dios permaneció fiel a su esposa esteril por muchos años, creyendo en que Dios cumpliría lo que prometió. Ella, en cambio, entregó a su esposo en manos de otra mujer, pues en verdad no creía en la promesa.
Ahora, yo no creo que Sarah haya pensado: "Ahh, desconfío de Dios, voy a actuar mi desconfianza". Cuando dejamos que las dudas, el miedo y la desconfianza poblen nuestro corazón, todas nuestras actitudes van a reflejar esta desconfianza, queramos o no. Sarah trajo una maldición para su vida, su familia y todos sus descendientes por no creer en la promesa de Dios.
Nuestra vida debe estar cimentada en la palabra de Dios, no en las emociones o circunstancias. Los pensamientos de Dios no son los nuestros, ni sus caminos nuestros caminos. Él es perfecto, su tiempo es perfecto y su bendición llegará. Sólo cuando basamos nuestra fe en Su Palabra y no en las emociones humanas podemos tener la misma confianza de Abraham.