Cuando Dios coloca su mano sobre tus caminos cada jornada es una nueva oportunidad de ser feliz. Cada instante es un regalo precioso, invaluable. Siempre he pensado que a Dios no se le debe decir que no, si nos pide algo que está en nuestras condiciones. Servir al Señor y entregarle todo nuestra vida es un privilegio, pues Él mismo cumple todos los deseos de nuestro corazón.
Él jamás olvida lo que hacemos para honrar y glorificar su nombre, aunque hagamos algo que, ante los ojos de los hombres, no sea tan valioso ni importante. Más cuando tomamos eso que Dios encargó en nuestras manos y ponemos todo nuestro corazón, Dios se agrada de dicha actitud y poco a poco concede las peticiones silenciosas de nuestra alma, ¡cuántas veces mi Padre me dio algo sin que yo se lo pidiera!
Siempre les digo a las obreras más jóvenes: "No teman servir a Dios y entregar su vida, Él jamás olvida lo que hacemos por amor a su nombre y realiza todos nuestros sueños". Hay bendiciones que he tenido en mi vida que sólo el Señor pudo otorgarme, aún estoy luchando por otras, pero a veces en una mirada, en un saludo llena mi corazón con la certeza de que Dios ya está obrando y que todo tiene su tiempo. Mientras tanto hay que servirlo con toda el alma, nadie más merece todo nuestro vivir a su servicio.