viernes, 23 de septiembre de 2011

Fe (2)

Hay una diferencia que es determinante en la vida de un cristiano y lo separa de las personas en el mundo.

La fe.

Porque sin ella es imposible agradar a Dios. ¿Es posible recibir el Espíritu Santo sin fe? ¿Resistir las luchas sin ella? La fe es la que nos permite seguir cuando parece que todos nos abandonaron, y nos da fuerzas para resistir la voz del corazón. La fe es la que nos ayuda a superar el pasado, vencer las barreras del presente y garantizar nuestro futuro a través de la salvación.

La fe nos otorga un valor que nada en este mundo puede igualar. Nos da condiciones de ser llamados hijos de Dios. ¿Será que un hijo de Dios puede quedar abatido por el desprecio, las humillaciones o las tribulaciones momentáneas? No, pues cuando existe en nuestra mente y llena nuestro corazón la certeza de que el Espíritu Santo es nuestra guía, consuelo, fortaleza, amigo, padre, en fin, nuestro todo; no importa cuánta soledad nos rodeé, nos reconocemos afortunados y seguros, ya que Él jamás se olvidaría de un hijo suyo.

Es por eso que nuestra vida debe estar cimentada en la roca, en el Señor Jesús. El peor error que podemos cometer es colocar nuestro corazón en las cosas de este mundo, donde todo es pasajero. Nuestra fe colocada en el lugar correcto nos puede llevar a conquistar las promesas de Dios en la tierra y a alcanzar la salvación, que es lo más importante en nuestra vida.

Ser hijo de Dios, ¡qué privilegio!  Cuando asumimos esta condición nos levantamos en contra de las situaciones que tratan de derribarnos. Tenemos defectos, errores, momentos difíciles, no somos merecedores de nada, pero gracias a nuestra fe, somos hijos de Dios y no podemos aceptar menos de lo que Él prometió para nosotros, una vida abundante en todos los aspectos.

martes, 20 de septiembre de 2011

Fe

Pura, simple, en ocasiones tan simple, que nosotros queremos complicar las cosas.

La fe no tiene secretos, es o no es. Dios hizo promesas en la Biblia, es creer o no creer. Cuando hallamos una promesa en la Biblia tiene que cumplirse, de no hacerlo creo que sólo hay tres opciones: o la Palabra de Dios es mentira (imposible), o Dios no tiene poder para cumplir su promesa (aún más imposible), o nosotros no creemos (más que probable).

La fe nos permite mover montañas cuando dejamos de complicar las cosas. Dios no está preocupado en lo que hicimos, ni nos va a castigar por nuestros errores. Él es misericordioso y lo único que necesita es que seamos justos, es decir que vivamos por la fe. Que cada día caminemos confiados en su Palabra y en la certeza de que Él está con nosotros.

Cuando manifestamos esta fe y esta confianza no hay mar, muralla, desafío, desierto, tormenta, gigante, ni nada puede impedirnos de alcanzar los sueños que ha preparado para nuestra vida.

Así de simple, creer.

domingo, 18 de septiembre de 2011

Adversidad

"Si flaqueas en el día de la adversidad, tu fuerza quedará reducida" (Proverbios)

He meditado en esto desde hace algunos días. ¿Cuál es el momento cuando uno se siente más débil? En el día de la adversidad. Cuando luchamos y luchamos y parece que la batalla no tiene fin, sino que cada vez que conseguimos alcanzar un instante de sosiego aparece un nuevo enemigo peor que el anterior.

Sin embargo, este versículo dice que si disminuimos el ritmo y la fuerza que ponemos en la guerra, nuestras fuerzas serán debilitadas y, con seguridad, seremos vencidos.

Sólo el Espíritu Santo puede fortalecernos en el día de la adversidad, aunque a veces sea difícil continuar, Él nos capacita para enfrentar cualquier desafío. Esa certeza de que Él está conmigo es la que me levanta cada mañana con una sonrisa. Es mi esperanza cuando todas mis condiciones se agotaron y sólo me resta esperar en su Salvación, pero Él jamás falla. Jamás desampara a aquellos que conocen su nombre, quienes depositan su confianza en Sus promesas.

Además debemos estar conscientes de que el diablo no se ha olvidado de nosotros. Satanás nunca se rendirá en intentar llevar nuestra alma al infierno, se encuentra a nuestro alrededor a cada instante, buscando devorarnos y si flaqueamos o nos descuidamos le damos una brecha para entrar.

En el día de la adversidad, cuando ya no hay deseos de seguir adelante, es cuando debemos poner toda nuestra fuerza. Dios está con nosotros. Si la adversidad es cada vez peor, es porque nuestro enemigo está intentando de todo para detener nuestro avance, eso quiere decir que nuestra victoria ya está cerca.