miércoles, 31 de agosto de 2011

Dios está presente.

Cuando más lo necesitamos, Dios está presente.
Cuando nos sentimos más débiles, Dios está presente.
Cuando las fuerzas se agotan, Dios está presente.
Cuando las preocupaciones de este mundo nos atacan, Dios está presente.
Cuando la ansiedad nos tortura, Dios está presente.
Cuando lo buscamos con sinceridad, Dios está presente.
Cuando menos sentimos su presencia, Dios está presente.
En cada nuevo amanecer, Dios está presente.
En la noche al colocar nuestra cabeza en la almohada para descansar, Dios está presente.
En una hoja del árbol empapada de rocío, Dios está presente.
En un rayo de luna, Dios está presente.
En cada sonrisa, Dios está presente.
En cada beso, Dios está presente.
En el amor, Dios está presente.
En la tristeza, Dios está presente.

No importa cómo se sienta uno, no importa las dificultades que uno esté pasando, el Espíritu Santo está presente, mucho más cerca de nosotros cuando más lo necesitamos. Él es nuestro padre, nuestro amigo, nuestro amado...

Cuando sea la hora de dejar esta vida... Dios estará presente.

lunes, 22 de agosto de 2011

El pasado

¿Qué se tiene que hacer con el pasado? Dejarlo atrás. Aprender de él, más permitir que el tiempo siga su curso. Aferrarse a las promesas de Dios y seguir adelante. Guardar el corazón para que podamos continuar con fe.

Dice en la Biblia que el justo vivirá por su fe. No por su santidad, no por su fuerza, ni por su resistencia, sino por su fe: "la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve". Hay ocasiones cuando cada paso hacia adelante es un paso de fe, es tener la certeza de que el Señor no condena sino que cada mañana nos da una nueva oportunidad de luchar, de obtener nuestra salvación.

Pues si uno permanece atado al pasado se está tendiendo una trampa a si mismo. ¿Cómo voy a cuidar mi salvación en el presente si estoy mirando siempre hacia atrás? ¿Cómo voy a asegurar mi futuro si mi pasado me agobia? No. Dios nos da cada mañana una nueva oportunidad de seguir adelante y de salvarnos.

Hay que vivir por la fe. Dios puede transformar todo nuestro pasado en una escuela para la eternidad. A través de él podemos constatarnos cuán grande es el amor y la misericordia de Dios, inigualables. El punto es que un amor tan maravilloso nos es difícil de entender, pero no hay que entender nada, sino aceptarlo.

jueves, 4 de agosto de 2011

La voz de Dios

Es inconfundible, es suave, es poderosa, penetra hasta partir el alma y el espíritu. Es la voz de Dios.

Hay momentos que atravesamos cuando voces malignas atacan nuestro corazón, colocan dudas, miedos, inseguridades, en fin, todas esas reacciones negativas que no provienen de Dios. Soy específica al mencionar que esas voces atacan el corazón, pues cuando una mujer permite que empiece esa lucha interna, el corazón habla tan fuerte que le impide escuchar que es lo que Dios quiere decirle.

Por eso es tan importante que tengamos oídos para escuchar la voz de Dios. Cuando dejamos de escuchar nuestro corazón y nos concentramos en Él, en el Espíritu Santo, sus pensamientos se funden en nuestra mente y nos capacitan para poder escuchar su voz y cuando eso sucede es maravilloso, su Palabra es tan fuerte que consigue vencer cualquier ataque maligno.

Dice en Efesios que la Palabra de Dios es nuestra espada y la fe es nuestro escudo para apagar los dardos de fuego del maligno. Pero sólo si estamos llenas del Espíritu Santo tendremos la mente de Dios y la capacidad para usarlos en nuestra vida. Imaginemos a un guerrero en la Edad Media, en su armadura, todo armado, pero que no supiera usar sus armas. Seguramente moriría en el primer desafío.

Sólo el Espíritu Santo nos capacita para escuchar la voz de Dios. Y sólo la voz de Dios nos sostiene, levanta y da fuerzas para enfrentar cualquier batalla que intente destruir nuestra fe.