jueves, 4 de agosto de 2011

La voz de Dios

Es inconfundible, es suave, es poderosa, penetra hasta partir el alma y el espíritu. Es la voz de Dios.

Hay momentos que atravesamos cuando voces malignas atacan nuestro corazón, colocan dudas, miedos, inseguridades, en fin, todas esas reacciones negativas que no provienen de Dios. Soy específica al mencionar que esas voces atacan el corazón, pues cuando una mujer permite que empiece esa lucha interna, el corazón habla tan fuerte que le impide escuchar que es lo que Dios quiere decirle.

Por eso es tan importante que tengamos oídos para escuchar la voz de Dios. Cuando dejamos de escuchar nuestro corazón y nos concentramos en Él, en el Espíritu Santo, sus pensamientos se funden en nuestra mente y nos capacitan para poder escuchar su voz y cuando eso sucede es maravilloso, su Palabra es tan fuerte que consigue vencer cualquier ataque maligno.

Dice en Efesios que la Palabra de Dios es nuestra espada y la fe es nuestro escudo para apagar los dardos de fuego del maligno. Pero sólo si estamos llenas del Espíritu Santo tendremos la mente de Dios y la capacidad para usarlos en nuestra vida. Imaginemos a un guerrero en la Edad Media, en su armadura, todo armado, pero que no supiera usar sus armas. Seguramente moriría en el primer desafío.

Sólo el Espíritu Santo nos capacita para escuchar la voz de Dios. Y sólo la voz de Dios nos sostiene, levanta y da fuerzas para enfrentar cualquier batalla que intente destruir nuestra fe.