domingo, 17 de julio de 2011

Nostalgia

Es tarde. Estoy cansada. Debería de estar ya descansando pero no puedo. Por un lado no puedo olvidarte, me haces falta. Por otro lado hoy fue un día maravilloso (cuando digo día, también me refiero a la noche de ayer). En la reunión de las cuatro, me senté y por un momento observé el nombre Jesucristo es el Señor, en ese momento Dios confirmó en mi corazón una seguridad, una paz de que mi sacrificio le había agradado, que Él ya dio una orden y todo está en sus manos.

Eso no me impidió sentir falta de ti. Eso hizo que el día fuera más largo, cómo te extrañé. Los asientos, los salones, las ventanas, los cuartos, todo me trae recuerdos de ti. Creo que ya no sé cómo vivir sin ti en mi vida. Pero ni la soledad consigue apagar la certeza que arde en mi corazón. Dios ya actuó en nuestro favor. Estoy segura.

martes, 12 de julio de 2011

Dios proveerá

Un momento, una mirada, un toque, una palabra... pueden convertirse en un milagro. Hoy lo comprobé. Recordé las semanas de sacrificio, pero todo el dolor se esfumó en un instante, cuando me sonrió. Todo mi mundo se redujo a ese lugar, el milagro de Dios para mi vida.

Lo considero un milagro, pues llegué a imaginar que un momento así era un sueño, algo imposible. Sin embargo, para el Señor no hay nada imposible, si colocamos nuestra fe en Él, si derramamos nuestra sangre sobre su altar Él jamás fallaría.

Ahora, ese instante no lo es todo. Aún falta mucho más, estoy segura. "Dios se proveerá de un cordero para el holocausto" dijo Abraham. Yo declaro lo mismo para esta Hoguera Santa. El día en el que suba al altar le presentaré mi sacrificio perfecto y tengo la certeza de que ya está obrando en nuestra vida. Hoy sólo fue un regalo, una forma de recordarnos porqué estamos luchando. Muchas gracias Señor.

sábado, 9 de julio de 2011

...

Necesito escribir. Es simple, necesito escribir. ¿Sabes? Ya no aguanto la injusticia. Es como si hubiera dentro de mí una antorcha ardiendo, el coraje contra lo que estoy viviendo. Estoy decidida a todo, no me importan las consecuencias, no me importa lo que los demás digan de mí. Quiero verte, quiero ver tus maravillas de las que he escuchado hablar tantos años.

¿Hasta cuándo? ¿Hasta cuando manifestarás tu poder en mi ser? He sido humillada por mi familia, por quienes decían amarme, he sido herida, he luchado, he perseverado, he confiado aún en los peores momentos de mi existencia, sólo te tengo a ti. No tengo a nadie más. Necesito tu ayuda, necesito tu mano poderosa sobre esta injusticia.

¿Es justo que paguemos algo que no hicimos? Sé que debo de ser paciente, esperar en Ti, pero ya no consigo aguantar el nudo en la garganta. Quiero verlo... me duele en el alma no poder escuchar su voz. La distancia es como un cuchillo dentro de mi corazón...

No voy a desistir, no importa si ya no tengo fuerzas, si el dolor es intenso, si las dudas me asaltan. No desistiré, prefiero morir a rendirme frente a la injusticia. Dame valor, intrepidez y fuerzas, pues de la forma que sea voy adelante y no retrocederé. Tú jamás fallarás, estoy segura.

miércoles, 6 de julio de 2011

Cuando las fuerzas se agotan...

Corría bajo la lluvia en el último refugio que tenía. El enemigo estaba cerca, pronto lo alcanzaría; la batalla aún no terminaba. El guerrero se preguntaba cuánto más podría resistir, los adversarios lo superaban por mucho. No tenía un ejército de apoyo, estaba a merced de su resistencia para conseguir la victoria, más la duda asaltaba sus pensamientos: "¿Cuánto más podré soportar?".

Las cicatrices aún estaban frescas, la sangre derramada por su cuerpo hubiera impresionado a cualquier doctor. Le dolía caminar, respirar, moverse. Hasta las gotas de lluvia deslizándose sobre su piel le herían cual si fueran latigazos debido a los cortes en sus brazos y piernas. Por un momento pensó quedarse ahí, tenderse bajo la lluvia y dejar que los enemigos acabasen con él. Sería más sencillo, todo terminaría... Pero no.

El guerrero jamás se rendiría. Lucharía hasta el fin. Prefería morir luchando que vivir cien años más como cobarde. Escuchó pasos, gritos de guerra, el enemigo había llegado. Se aferró a su espada, listo para el último embiste y entregó su vida en las manos del único que podía ayudarle. Aquel cuyo poder aventajaba por mucho a sus adversarios pues controlaba todo el Universo.

Desenvainó su espada, los pasos se acercaban. Estaba listo, quizás moriría pero nunca se rendiría ante ellos. Cuando los vio aproximarse levantó sus brazos y percibió que su cuerpo resplandecía con una luz cegadora, miró su espada que ardía con un fuego impetuoso. Corrió hacia ellos con furia, comprendió que la victoria ya estaba en sus manos.

Dios jamás abandona a quien deposita su confianza en Él, en especial durante una batalla.