viernes, 22 de abril de 2011

Encrucijada

Hoy en la mañana estaba meditando en todo lo que tuve que pasar para llegar hasta aquí. Cuántas lágrimas, cuántos errores, cuántas victorias y cuántos fracasos enfrenté para alcanzar el lugar donde me encuentro hoy. Muchos opinan que perdí mucho tiempo en mi vida por causa de mis malas decisiones, pero yo no lo creo. Dice en la Biblia que: "Todas las cosas ayudan al bien de aquellos que aman a Dios, esto es aquellos que conforme a su propósito fueron llamados".

Ahora entiendo muchas cosas que antes me parecían distantes y oscuras. He madurado, creo que cada lágrima que derramé fue una oportunidad para que Dios me ayudara a crecer. Aprendí a no llorar como antes (aunque admito que tengo momentos cuando cualquier cosa me conmueve), a no declarar mi fracaso por medio de lágrimas, sino a derramar mi corazón en la presencia de Dios. Aprendí a no depender de nadie sino de mi Señor y sobre todo, conocí al amado de mi alma. No entiendo cómo pude sobrevivir tanto tiempo apartada de su voluntad.

Cuánta misericordia del Señor. No lo merezco, a veces, cuando toco el piano en la iglesia me pregunto ¿porqué Dios me amó tanto que perdonó mis errores y aún me dio el privilegio de estar en su casa y servirlo? Cada lucha que atravesé fue un puente para llegar hasta donde estoy. Hay gratitud en mi ser cuando recuerdo todo lo que el Señor Jesús ha hecho por mí. Cada segundo en su casa es un regalo inmerecido, hacia una pecadora que se acercó en el peor momento de su vida a suplicar auxilio con sinceridad.

No me engaño, sé que vendrán luchas peores, aún ahora todo lo que sucede en mi vida es una preparación de parte del Señor. Sólo deseo estar llena de su Espíritu para enfrentar lo que venga, no rendirme jamás y persevar hasta el fin, alcanzar mi salvación. Que por la misericordia de Dios nada me aparte del primer amor, ni lo alto, ni lo profundo, ni lo pasado, ni lo porvenir, ni el tiempo, ni las ocupaciones, nada me aparte de tener como prioridad al Señor Jesús en mi vida.

Me siento como si estuviera en el inicio de un nuevo rumbo para mi vida, mi visión se ha transformado, estoy lista para ser lo que Dios quiere que yo sea, hacer lo que Dios quiere que yo haga, llegar hasta donde Dios quiere que yo llegue... en fin, hacer su voluntad y no la mía. Aunque no sea sencillo, aunque haya obstáculos, estoy segura: "El Señor cumplirá su propósito en mí". Él nunca me olvidó, ni lo hará jamás.