miércoles, 18 de mayo de 2011

Lección

Creo que una de las características más marcadas de mis alumnos es la impaciencia. Si deseo despertar una duda en ellos lo único que debo hacer es sugerir que algo sucederá, susurrar que en la clase voy a traer algo especial o incluso mencionar un castigo, aunque no lo especifique. Los niños normalmente reaccionan a cualquier insinuación como si fuera a suceder de inmediato.

Dice en la Biblia que quien no domina su espíritu muestra necedad. Cuántas veces no sucede eso en nuestra vida, en vez de confiar en que todas las cosas nos ayudan a bien tomamos actitudes impacientes que sólo nos alejan de la presencia del Señor. Él desde su trono nos contempla y espera que le entreguemos nuestra preocupación para resolverla, Él está pendiente de todo en nuestra vida.

La impaciencia es una muestra de falta de confianza. Es fácil decir que uno confía cuando todo sucede como uno lo planea, pero cuando algo sale mal, a veces nuestra reacción revela lo que está en el corazón. No es sencillo admitirlo y someterse a la voluntad del Señor, pero Él espera que consigamos sacar lo mejor de cualquier circunstancia.

Una persona sellada por el Espíritu Santo se indigna frente a los problemas y las injusticias de la vida, pero sabe ser paciente cuando es necesario. Es evidente que hay momentos cuando sólo el Espíritu Santo puede darnos paciencia para aguantar, cuando nace de nuestro corazón un clamor de auxilio para pedirle que transforme cualquier rastro de desconfianza en nuestro interior. ¿Cómo aprenderemos a tener la paciencia del Señor si siempre todo ocurre en el momento que deseamos?

Los niños se enojan cuando no obtienen lo que quieren cuando quieren... Quizás a veces soy muy niña... No obstante, gracias a Dios por su misericordia... estos días he aprendido una lección que me acompañará por el resto de mi vida. En esto radica la belleza, la grandeza de la obra que el Señor hace en nosotros, todas las cosas que suceden en nuestro día a día, aunque en apariencia superficiales, son una lección de Dios en la que podemos encontrar fe, confianza, esperanza y madurez si tenemos la sensibilidad espiritual para escuchar Su voz.