lunes, 13 de junio de 2011

Esperanza contra esperanza

Cuando ya no tengo que decir, entonces creo que algo me pasa. Busco seguir con toda la fuerza sin escuchar al corazón herido, a la voz en mi mente la cual insiste en que es una pérdida de tiempo seguir adelante, que todo es un fracaso.

Pero no. Debo creer sin importar las circunstancias, luchar sin importar las dificultades, confiar en medio de la tempestad y seguir con toda mi fe hasta el día en que pueda ver a mi Señor cara a cara. Abraham, por ejemplo, creyó en esperanza contra esperanza y le fue contado por justicia. A veces la esperanza es un peso en el alma, cuando el tiempo pasa y no hay respuesta, sino más dilaciones y obstáculos. Las palabras se convierten en una carga pesada donde no es posible hallar consuelo...

Pero Dios está presente, en cada rayo de sol, en la brisa que acaricia mi rostro, en la sonrisa de los niños, en mi respiración, en las estrellas, en la luna, en las nubes, montes, en el canto de un ave... Dios está presente en cada lágrima, en cada batalla... Él jamás me olvidará.

Sólo esa confianza me mantiene de pie en momentos duros, Dios nunca me olvida. Además no debo guiarme por lo que siento, sino por la fe que tengo en que su Palabra es verdadera y que ya se está cumpliendo en mi vida, aunque no pueda verlo aún con mis ojos.