jueves, 23 de junio de 2011

Indignación

Indignación. En la iglesia se está hablando mucho de ella, el OM la menciona cada día, se predica en las reuniones y se escribe sobre ella en los blogs. Se compara esta indignación con el odio. Odio puro y sin máscara, odio contra la imposición que hay sobre la vida del ser humano.

¿Qué es la indignación? ¿Será una emoción o un sentimiento momentáneo? No. La indignación nace en el corazón de aquella persona que despierta al hecho de que la vida que lleva no es la voluntad de Dios para ella, sino que Él tiene preparado algo mejor. La indignación es un estado permanente en el corazón de aquellos que sirven a Dios, pues incluso para alcanzar la salvación es necesario estar inconformado con la idea de que este mundo es todo y que, al morir, simplemente desaparecemos de la existencia. Una persona alcanza su salvación cuando cree de todo corazón que, después de morir, hay un lugar que sobrepasa cualquier pensamiento y que este mundo, corrompido y sucio, no es el fin, sino la portada de la vida eterna.

La indignación es un fuego que sólo arde cuando comprendemos la magnitud del poder de Dios y nos aferramos a sus promesas. Mientras uno se halla conforme con las circunstancias, nada sucede, hay un asentamiento espiritual que impide un avance en la vida. No obstante, en cuando damos un basta, miramos la situación y gritamos: ¡Esto no es lo que Dios tiene para mí! Entonces tomamos actitudes que definen nuestra historia y transforman todo en nuestra vida.

Eso es para mí estar indignado.