lunes, 6 de junio de 2011

Fuerza

A veces desearía tener más fuerza. Hay momentos cuando necesitamos de fortaleza para enfrentar todo lo que viene sobre nosotros, pero nos sentimos débiles, cansados después de jornadas donde no hay descanso. Momentos cuando nuestro cuerpo parece decir: ¡no puedo más! Cuando necesitamos de un instante de silencio para recuperarnos de las heridas que antiguas batallas nos trajeron.

Sin embargo, no creo que Dios espere que nosotros seamos super-héroes. Él conoce perfectamente su creación y sabe que, a veces, cuando no la cuidamos de manera correcta, nuestro organismo no responde cómo debería. Aún así, nos comprende como nadie más podría, Él ve cada mañana cuando despertar parece tan difícil por el cansancio, Él ve cada sacrificio, cada lágrima de impotencia, cada instante que nadie más valora y tiene sus brazos extendidos hacia aquellos que con humildad reconocen que nada podrían hacer ni ser en esta vida sin Él.

Pues es precisamente cuando nuestro ser está agotado, que recordamos que no somos nada, y que si alguna cosa podemos hacer es porque el Señor tuvo misericordia de nosotros. Es ahí cuando sólo podemos bastarnos de su gracia para seguir adelante, cuando nos colocamos como niños en sus brazos y Él nos rescata del dolor y la soledad. En el momento de mayor necesidad, cuando ya no es posible continuar, Él nos da fuerzas de la debilidad y nos permite enfrentar al infierno que se levanta para acabarnos.

Leí una historia este semestre en la universidad. Un hombre regresaba de la batalla (que había vencido) cansado, herido, con muchas bajas en su ejército. No obstante, nuevos enemigos se levantaron en su contra y debía enfrentarlos. Sus allegados le sugirieron descansar primero y después luchar contra ellos, pero él les respondió: "No descansaremos, pues en esta nueva empresa, las nuevas heridas nos harán olvidar las pasadas". De ese modo salió a luchar y derrotó a sus enemigos.

Desistir no es una opción. No importa cuán difícil sea, si Dios está conmigo no puedo rendirme frente a nada. Ël me dará fuerzas, valor, intrepidez... cada lucha que enfrento es un paso hacia Él. Además debemos recordar que para alcanzar nuestra salvación debemos sobreponernos al cansancio, no físico de unos días, sino espiritual de todo nuestro tiempo sobre la faz de esta tierra.