jueves, 17 de noviembre de 2011

Escuchar al corazón

Ese es un gran problema de las mujeres, y yo me incluyo en esa lista.

No sé que ha pasado conmigo estos días, estoy muy emotiva. Hace mucho que no lloraba tanto. No me gusta ser así, dejarme dominar por los sentimientos.

Escuchar al corazón es lo peor que podemos hacer en la vida. El corazón es exagerado, dramático, siempre busca la peor parte de las palabras que nos dicen y las agranda para hacer de algo simple, algo complicado. Es como dice un dicho mexicano: nos hace ahogarnos en un vaso de agua.

Sólo el Espíritu Santo puede comprendeme cuando estoy así, sólo Él me puede comprender, sólo con Él puedo hablar y hablar, llorar y llorar, y no me critica, sino que me escucha y después me hace en dónde está mi error.  Es ilógico querer culpar a las personas de mis emociones. Si yo me quiebro con un pequeño comentario, o con una gran llamada de atención, que seguro no fueron dichos para lastimarme, entonces el problema no está en los otros, sino en mí.

Sin embargo, es maravilloso tener la certeza de que el Espíritu Santo está con nosotros a cada instante, en especial para hacernos entrar en razón cuando las emociones hablan alto. Además, no acepto ser controlada por lo que dice mi corazón engañoso, no. Es el Espíritu Santo quien debe hablar más alto y dirigir todas mis actitudes.

Esa es la diferencia entre una mujer sabia y una insensata.