martes, 15 de marzo de 2011

Marcas

Hoy en la mañana, una de mis alumnas se acercó a mi escritorio y me relató algunas preocupaciones que tenía. En apariencia eran cosas sencillas, deseaba ir a la fiesta de cumpleaños de uno de sus compañeros que será el sábado, y su papá no la dejaba. Pero no era tan sencillo, sus padres se divorciaron el año pasado, por lo que pude entender su papá se la lleva a ella para que lo visite, pero su hermana menor (quien tiene dos años) se queda con su mamá. La niña estaba angustiada pues creía que su padre no querría visitarla pues su hermana está enferma.

   Después me confesó que su padre tiene mal carácter, "Se enoja si nos tardamos" me dijo, "por eso no podré ir a la fiesta de mi amigo". Yo le conté que mis padres también estaban divorciados, pero que el problema de sus padres no tiene nada que ver con ella ni con su hermana, sino que es una cuestión de adaptación, que no se preocupara, le mencioné que iba a pedirle a Dios que todo estuviera bien para su familia. La chica comenzó a llorar y me abrazó.

   ¡Cómo me impresiona ver a uno de mis alumnos llorar por el dolor que viven sus padres! Es como si me viera a mí misma. ¡Cuánto sufrimiento puede ocasionar el divorcio en un alma tan joven! Es una marca que permanece por toda la vida y sólo el Señor es capaz de borrarla de nuestros caminos. Es increíble contemplar el dolor tan profundo que puede cargar sobre sí un ser tan delicado, quien debería estar disfrutando su infancia con risas y travesuras.

    Quizás sea difícil de creer, pero no tengo recuerdos de mis primeros años de vida, hasta los siete u ocho años de edad. No recuerdo mi escuela, mis amigos, sólo algunas imágenes sueltas. Uno de los primeros recuerdos que tengo fue una ceremonia del día del padre. No sé porqué, pero yo esperaba ver a mi papá entre la multitud, estaba segura que asistiría. No puedo expresar la tristeza que sentí cuando comprendí que no iría. Pasaron años antes de poder superar este trance en mi vida.

   Dios es mi padre. Él siempre estuvo conmigo cuando nadie más se preocupó por mi. Me gustaría que mis alumnos pudieran entender esa verdad, en especial quienes viven la separación de sus padres. Saber que Dios es mi padre, fue la única forma en que pude sostenerme de pie cuando todas mis esperanzas se vinieron abajo, fue la única forma en que conseguí perdonar lo que no fue hecho contra mí.

   Durante años me he preguntado por qué Dios permitió que yo fuera maestra de primaria. Nunca traté con niños hasta que comenzé a dar clases, fue difícil (aún lo es, a veces). Pero cuando suceden cosas como hoy, entiendo que el Señor fue quien me colocó ahí para poder mostrales a mis niños una forma de acercarse a Él, aún con todas las limitaciones que tengo en el aula.