jueves, 3 de marzo de 2011

Un respiro

Por fin, después de varios días puedo sentarme a escribir. A veces me pregunto cómo organizar mi tiempo para completar todas las actividades que realizo. Estos días fueron apresurados, pero ya todo pasó. Ayer mi organismo me exigió un momento de descanso para esta rutina acelerada.

   Hoy siento que estoy tomando un respiro, como si hubiera atravesado una tormenta. ¿Cómo se habrán sentido los discípulos cuando Jesús calmó la tempestad? Imagino su miedo antes de que el Señor tomara cuenta de su situación. No obstante, también puedo imaginar cuánta paz sintieron cuando el mar se calmó, las aguas se tranquilizaron y el vendaval se convirtió en una suave brisa.

    Ayer, cuando salí de la iglesia, sentí que ya no tenía fuerzas. ¡A veces desearía vivir más cerca de la iglesia! En una oración le pedí a Dios que me ayudara a llegar. Jesús se encargó de todo lo demás, hubo asiento en el camión (es terrible tener que estar parada durante una hora cuando no hay lugar), llegué rápido y caí rendida en cuanto me acosté a descansar un segundo.

   Hoy me levanté en la mádrugada, lista para otro día más, otra batalla, otro desafío, otra oportunidad de ver la manifestación del poder de mi Dios. Este momento pasó, con seguridad vendrán otros más difíciles. Pero no hay problema, Dios está conmigo, Él me cuida, me protege, me alienta a seguir adelante, a nunca darme por vencida y a soñar con el día cuando mi jornada en este mundo termine y pueda estar cara a cara frente a Él.

   ¡Qué día tan hermoso! El sol resplandece con sus rayos cálidos en esta mañana, mi ánimo se levanta. ¡Cuán feliz me siento de tener al Señor Jesús en mi vida! Aún tengo mil ocupaciones, objetivos, luchas en mi camino, también sé que no todos los días tengo la misma fuerza, pero lo bueno es que no dependo de mi fuerza, sino de la de mi Padre, si Él toma cuenta de mi cuenta de mi vida, cualquier esfuerzo vale la pena.