viernes, 11 de marzo de 2011

Sueños de Dios

Estoy sorprendida, hasta me parece extraño. ¡Un viernes "temprano" en casa! Hace varias semanas que no llegaba los viernes a la casa, hasta el sábado en la tarde. Podría irme a dormir de inmediato, pero hoy estuve meditando en algo importante. Cuando una persona decide entregar su vida como sacrificio en el altar para servir a Dios, ¿realmente está consiente de lo que está renunciando?

   Hace algunos años, si alguien me hubiera preguntado si deseaba hacer la obra de Dios, yo hubiera respondido sí, sin titubear. Pero hubiera sido una respuesta emotiva, yo era muy joven, la verdad no entendía la seriedad de la decisión que estaba tomando. Sin embargo, el Señor conocía la sinceridad de mi corazón, lo único que en verdad comprendía era el deseo profundo grabado en mi alma de servirlo.

   Atravesé una lucha muy fuerte, recuerdo que fue el único momento donde pensé desistir en servirlo, y casi lo hice. Decidí que no era capaz de hacer la obra de Dios en el altar, dejé que esos pensamientos poblaran mi mente y busqué una vida fuera. ¿Por qué no tener una familia, una vida económica bendecida y glorificar al Señor con un gran testimonio?

   Mala decisión. A partir de ese momento nada resultaba bien. Todos los planes que forjaba se desmoronaban uno a uno, y lo peor, es que yo sabía que no estaba realizando el propósito de Dios para mi vida. Me sentía como un pez fuera del agua, como un ave lejos del cielo, como una estrella sin brillo... Dios tuvo misericordia y me rescató. Decidí no temer más y no perder más tiempo, si el Señor desea usar mi vida, no le puedo negar nada al dueño de mis anhelos y mi aliento de vida. Él puede contar conmigo.

   Pero algo importante resultó de toda esta odisea, ahora comprendo con mayor claridad el sacrificio que significa seguir a Dios. Una persona muy especial para mi me dijo: "Yo no tengo sueños, mi objetivo es soñar los Sueños de Dios". Soñar los sueños de Dios signifíca renunciar a mi propia vida, a mis planes para el futuro, a la seguridad que podría aportar mi vida económica, a mis futuros hijos, a mi propia voluntad, a los sueños que con el tiempo forjé... no lo entendía. Significa entregar mi vida por la causa del Señor donde cualquier esperanza para el futuro está basada en la confianza de Sus promesas, pues nada garantizará mi porvenir sino Su cuidado, providencia y protección. Abandonar a mi familia, a mi madre, a mi padre y a mis hermanos por seguir a mi Señor.

   Soñar los sueños de Dios, eso no se dice sólo con palabras, se vive cada instante hasta que estemos cara a cara con el Señor. Es una decisión que está inmersa en mi sangre, aunque traté de resistirlo durante algún tiempo, no pude. Es como el respirar, el propósito de mi vida. Ahora no tengo ninguna seguridad con el mañana, pero no me importa. Confío en Dios, sé que Él cuida de mis caminos y sólo deseo que mi servicio, hoy, sea agradable a Él. Anhelo ver su rostro cuando mi aliento en este mundo se agote y me diga: "Siervo bueno y fiel, entra en el gozo de tu Señor".

   Por fin, por vez primera, comprendo lo que significa seguir a Dios. Pero también, por vez primera, estoy segura de Su voluntad para mi vida. Él me está llamando, lo ha hecho durante tanto tiempo... no resistiré su voz. Sé que no soy mucho, tengo mil fallas y me falta mucho por aprender... pero Dios puede contar conmigo.