lunes, 14 de febrero de 2011

La Carta

Hoy pasó algo que conmovió mi corazón en la escuela. Como parte de la celebración del día del Amor y la Amistad, coloqué un buzón para que se escribieran cartas entre ellos. Les dije que les escribiría una a cada uno (por si no tuviera ya demasiadas ocupaciones) y ellos me dieron un montón de cartas tiernas. Algunos me dibujaron y pusieron mensajes lindos.

   Hubo una carta que escribí con especial dedicación, la de Valentina. Conozco a esa niña desde que nació. He compartido su crecimiento, la aprecio mucho. Sé que está atravesando momentos difíciles por la separación de sus padres. La niña estaba leyendo la carta en el salón y se puso a llorar, lágrimas corrían por su rostro, le pedí que se acercara. Terminé de leer la carta para ella y la pequeña me agradeció llorando con un abrazo. No imagino cómo se sentiría, quizás esas palabras fueron el consuelo de un corazón lastimado por las heridas que el tiempo no consigue cicatrizar. De verdad, su abrazo me llegó hasta el alma.

   ¡Cuántos niños, adultos, hombres y mujeres no estarán viviendo una situación semejante! Cuando Dios usa nuestras palabras, pueden ser el refrigerio en el corazón de aquellos que sufren. La esposa del pastor me estaba contando cómo fue cuando conoció a su esposo. Ella deseaba hacer la obra de Dios en el altar, y antes oró con alguien quien no tenía la misma visión. En cuanto lo supo ella se alejó de él. Ella me explicó que el Señor tenía el primer lugar en su corazón, su llamado era más importante que cualquier elección personal, su prioridad era realizar la voluntad de Dios en su vida. Después conoció a su esposo, quien compartía esa misma visión. Además me explicó que ni siquiera su esposo estaba sobre su deseo de servir a Dios, el único digno de tener el primer lugar en su ser.

    Ese fue el mayor error que cometí en mi vida, dejar que algo se interpusiera entre mi Señor y yo, en contra de Su Plan para mi vida. Estoy segura de su llamado; estoy dispuesta a sacrificar mis sentimientos, mis planes, mis sueños, mi voluntad, mi futuro por seguirlo. Cuando la pequeña lloraba Dios me mostró cuainto dolor puede haber en un alma tan joven. Él desea usar mi vida para llegar a quienes lo necesitan. Cuando me alejé de Su propósito para mí, iba muriendo poco a poco. Él me rescató del abismo que cavé por mi insensatez.

   No permitiré que nada me aparte de su amor, coloco  mi vida a su disposición, nadie ocupará Su lugar como la prioridad en mi corazón. Hacer su voluntad es mi mayor objetivo, sobre todo en la vida. Puedo oir su voz llamándome, no me resistiré a Él. Cada día adquiere un significado más profundo para mí el soñar los Sueños de Dios. Cada vez comprendo mejor lo que significa sacrificar los objetivos personales por vivir para Él, sin voluntad propia, en función de lo que el desea de mí. Sin embargo, no estimo ningún sacrificio que pudiera hacer como una pérdida, pues servir a mi Dios es la mayor bendición que puedo aspirar mientras viva. Ahora lo sé y no lo cambiaría por nada ni por nadie. Mi futuro, mis decisiones, todo está en sus manos, le agradezco que haya abierto mi visión a tiempo. Esperaré con paciencia, confiando en su Promesa, en Sus planes para mí, porque sé que en Él todo es perfecto.