jueves, 24 de febrero de 2011

¿Quién? ¿Yo?

Cuando Moisés estaba en el monte Sinaí, Dios le reveló un plan asombroso para su vida. El Señor le declaró jamás haberlo olvidado, le mostró un futuro inimaginable y su papel en todo aquello. Moisés, en vez de regocijarse en la noticia, se declaró incompetente para ello.

   Moisés puso su mirada en su propia insignificancia en vez de creer en la grandeza y majestad del Señor, en el poder sobrenatural del Creador del Universo. Le dijo a Dios, ¿yo? ¿Será que es posible? Dios se enojó con él. El Señor nunca le preguntó si se sentía capaz o si tenía condiciones, Dios simplemente le enseñó lo que haría con él si se colocaba humildemente en Sus manos.

   Ese es el error de la mayoría de las personas que dicen creer en Dios. Cuando enfrentamos situaciones donde el Señor muestra un milagro extraordinario que hará en nuestras vidas, o el plan inmenso que tiene para nosotros, en lugar de poner nuestros ojos en Él, los colocamos en nuestra propia debilidad. Después declaramos con nuestra boca la derrota y esperamos que alguien venga a contradecirnos.

   No debe ser así. En esta vida sólo se puede depender de Dios y de uno mismo, es necesario creer que Él tiene el poder para transformar cualquier desierto en un paraíso; y que és Él quien nos capacita. Él nos hace fuertes en la debilidad, valientes en los momentos inciertos, sabios cuando falta entendimiento, cariñosos cuando el odio predomina.. en fin, Él hace de nosotros la luz de este mundo.

   Si creemos que nada podemos, nadie va a contradecir esa idea en esta vida. Sólo cuando nos enfocamos en el poder de Dios y lo que Él piensa de nosotros; determinamos seguir  a pesar de nuestras limitaciones y declaramos con nuestra boca que el Señor escoge lo débil para avergonzar a los fuertes, a los simples para avergonzar a los sabios, entonces es cuando Dios puede hacer obras tremendas en nosotros, como hizo con Moisés, quien aprendió esta importante lección.